jueves, 30 de mayo de 2013

Entrega total




Mis amigos, mis verdaderos amigos los puedo enumerar con los dedos de mis manos. Sin embargo, ella, Trina, siempre será la primera que nombre. Más que mi mamá ha sido una amiga, una fiel compañera de alegrías y amarguras, una mujer siempre dispuesta a postergar cualquier actividad con tal de brindarme una palabra de aliento, una persona capaz de despojarse de prejuicios y de cualquier creencia para poder comprenderme, una madre que entiende muy bien el significado de amar. Gracias por enseñarme, por cuidarme, por tenerme tanta paciencia, por estar cuando te necesito, gracias por ser todo.

El tiempo pasa y...





No es que nos robe la juventud, lo que hace es dejar marca en nuestro cuerpo de lo que vivimos. Cada arruga, cada mancha, cada peca, cada achaque da cuenta de lo que aprendimos. En realidad, lo que hace el tiempo es despojarnos del ego, de la vanidad, de la ira, el miedo, la angustia y la intranquilidad, nos hace seres más simples. Ahí está ella, mi abuela, Graciela, mi querida Pachi, a los 20 (espero haber acertado con la edad de la foto) y hace un año, a los 84. Sin duda, cuando era joven irradiaba una belleza fresca, lozana. Sin embargo, para mí es más hermosa ahora. Su mirada profunda y su piel de papel inspiran sabiduría, fortaleza y conciencia plena de lo que verdaderamente es importante en la vida. Esta imagen me revela que uno no debería desgastar los momentos anclado en la rabia, no debería perderse en los laberintos que pinta la inseguridad, ni debería aferrarse al miedo cuando está oscuro. Hay que tener el coraje del guerrero, como ella lo tuvo, para cantar victoria en la batalla de la vida.

Rechazo

Alexa Gibbens. juztapox.com

El clítoris le iba a estallar. Lo sentía hinchado. Tenía puesta una tanga gris, era de licra con motivos de tigresa, le gustan esos motivos porque la hacen sentir una mujer fatal,  no sabe si lo es en realidad, pero se lo cree. Ese material sintético hacía que el roce fuera más fuerte, le acariciaba suavemente los labios de la vagina.

Intentaba no moverse mucho para que él no se diera cuenta de lo excitada que estaba, era casi imposible lograr que las piernas no le temblaran, qué arrechera tenía. Su cabeza estaba apoyada en su muslo izquierdo, le daba la espalda. De manera sutil, comenzó a acariciarle el pelo, rodeó su oreja izquierda con sus dedos y los deslizó por su cuello, cuando llegó a su espalda, ya sentía la ropa interior mojada y un flujo blancuzco se derramaba de su vagina. Se movió suavemente hacia el costado izquierdo y empezó a besarle la piel sólo con los labios, quería sentir lo tersa que estaba. Su espalda estaba descubierta, sólo tenía puestos los calzoncillos, los mismos que tenía  desde hace tres días, expelían olor, el indescriptible olor de su pene, algo sin igual, glorioso para su olfato. Desesperada recorrió toda su espalda con su boca, por momentos se detenía para probar su aroma, qué deleite, pensaba.

No resistió más, le dijo, tengo ganas de cojer. Esas palabras fueron como un reactor nuclear, Noooo, ¿no te cansas? contigo tengo que dar el doble. Se dio media vuelta  y se puso sobre su costado izquierdo, esa era la posición en la que ella creía que la soñaba cuando no estaba a su lado, cuando ante los demás son sólo dos extraños que hablan sin parar para sentirse cerca el uno del otro, cuando él todavía no sabía nada. Quedó devastada, ansiosa, con los pezones duros y el clítoris que se le reventaba. No emitió una sola palabra.

Empezó a volar, se refugió en su lado oscuro donde reina la incertidumbre, el rechazo, la duda, la desconfianza. Ahí fue cuando ella apareció, seductora, segura, mordaz. No quiere metértelo porque estuvo con su noviecita esta tarde, se volteó porque piensa en su cuca,  le calienta más, cree que es mejor que la tuya. Cállate, puta, ¿resucitaste? Pensé que te había matado. ¿Por qué no me crees? , le replica, míralo, se da vuelta para pensar en ella, no lo convences del todo, acéptalo. Pero ¿cómo no le va a gustar mi forma de mamárselo? Es imposible, me dijo que era única y que a ella la va a dejar en su debido momento, por esas palabras estoy aquí, por esas palabras me estoy tragando todo lo que siempre negué, lo que nunca quise soportar ¿por qué me hace esto?. ¡Reclámale! le dice, o mejor, expresa todo lo que piensas, lo que estamos pensando, él no la va a dejar, es un hecho.

Se arrancó el traje de mancita. Con la voz entrecortada y una ira incontrolable empezó a balbucear cualquier cantidad de sandeces. ¡Es el colmo que no me quieras cojer! Me aguanto todo menos esto, eres un imbécil incapaz de satisfacerme, me siento frustrada, me da asco tu cobardía,  me voy a ir, esto así no va. Ella, mientras tanto, la animaba como porrista Yankee en pleno final del Super Bowl, continúa, continúa, todavía aguanta. ¡Te odio! No sé por qué pensé que eras diferente. De repente él soltó el bombazo, te mereces la mierda que eres. Así, conciso, radical. Sus palabras le cayeron como una piedra en el estómago,  era una roca pesada, filosa, seca. Intentó tragar saliva, uugghhh. Calló.


Entre sus sueños la escuchaba. ¿No vas a seguir? ¿Vas a dejar que te venza? ¿Así eres de débil? Ja! con razón ya no te quiere coger ni él ni nadie, ni coraje tienes. Por eso prefiere a cualquier minita que le caliente el oído, que le chupe los huevos con la lengüita caliente, te falta peso en las bolas, nena. Despertó, todo estaba oscuro. Empezó a masajearse los labios mayores, luego llevó los dedos a su lengua para mojarlos con saliva, volvió a tocarse. Esta vez su pene se paró, se lo apoyó en el culo. Él abrió los ojos,  se dio vuelta, la miró, se levantó y al salir de la habitación dijo: Eres un monstruo lamentable.

miércoles, 29 de mayo de 2013

Ideas rumiantes


Graphik (H). Yuxtapoz.com
Hoy es de esos días en que Ana se siente loca, más loca que nunca. Sus ojos desorbitados la delatan. Es como si tuviera algo dentro que le susurra sin parar, no le creas, tiene otra vida por detrás, hay muchas cosas que no te cuenta. La voz la vuelve loca, no la deja parar de pensar, hace que le den ganas de llorar, de salir corriendo, de dejar todo y mandar su vida a la mierda.

Sus lágrimas se deslizan por sus mejillas, siente que le queman el rostro. Sus ojos poco a poco se van inflamando, le salen grietas rojas en la esclera. Una película de agua con sal los cubre hasta la pupila. Ella los aprieta para que se derramen más lágrimas y para que éstas le cercenen la piel más delicada, la que queda donde terminan las ojeras de no haber dormido bien la noche anterior, la noche de su cumpleaños, la noche en que quiso ser perfecta y le salió natural. Fue fácil lograrlo porque la que actuaba era su otra yo, la que confía, la que quiere que todo salga bien, la misma tonta a la que nunca escucha y calla de una bofetada cada vez que le dice ¿Por qué no confiar? Te ama de verdad, no le hagas caso, él no lo merece, ya recibió suficiente mierda y tú también.  Cállate puta, le dice enfurecida, mientras le parte esos perfectos labios rosa.

Esta pendeja no se calla, continúa el murmullo, Hey, no te hagas la tonta no sabes a dónde vas, no me ignores, mejor vamos a fumar, no, no se me ocurre una buena idea, escríbele que piensas que no abre su muro porque seguro no quería que vieras los mensajes de ella. Ana le pregunta al murmullo, pero ¿quién es ella? Responde la malparida, ella es cualquiera. Puede ser la boricua, la solterona del edificio que lo invitó a tomarse un cafecito en el restaurante nuevo que abrieron a la vuelta de la esquina y con la que seguramente se echó sus canitas al aire mientras tu no estabas, Marta, Cielo, Gabriela, cualquiera, cualquiera. ¿No te das cuenta? Él no es confiable. Mírale nada más el muro, te escribe a ti donde ella no lo puede ver, así te mantiene tranquila.

¿Viste? Hasta aquí te llego, ya no sabes cómo distraerte, ¿para qué perdiste el tiempo? Mejor sigue buscando más detalles de su juego, no dejemos ganar a la tarada . Oye, pst, pst ¿te diste cuenta que te conectaste y ni siquiera te habló? Seguro está hablando con una de ellas, o con varias, imagínate nada más, una le dice que lo ama, que ya quiere verlo; la otra, la más atrevida, le describe cómo le va a chupar la pija la próxima vez que se vean en el motelucho que queda pasando el puente de la calle Uruguay, por ese que pasas y dices mmmhhh seguro que aquí vino con alguien, por algo me dijo que viniéramos cuando todavía estaba en Costa Rica, cuando lo deseaba como una pendeja ¡qué estúpida eres, Ana, qué estúpida!. Se burla.

Ana se desespera, agarra un cuchillo y aprieta la parte afilada contra la palma de su mano. La sangre brota. El dolor físico compensa su dolor sentimental.  No tiene hambre, ni ganas de hacer nada, sólo quiere llorar pero tampoco sabe porqué está llorando. Las lágrimas no cesan de brotar de sus ojos, no las puede detener. Son las dos de la tarde y ni siquiera se ha quitado la pijama, no quiere hacerlo, se siente caliente, el calor la aquieta, le da sensación de protección. En el fondo no quiere que la vuelvan a herir, no quiere volver a sentir su corazón roto porque es verdad, cuando te traicionan se abre una grieta, duele, a veces es tan fuerte el dolor que se torna insoportable, tanto quisieras poder arrancar con tus manos el sentimiento del corazón y tirarlo a la mierda, sin embargo, hacer eso es imposible, esa sensación la carcome y la penetra hasta lo más profundo de tus huesos. Se queda sin fuerzas y sin motivos para continuar, para volver a sonreír. No quiero eso otra vez, no quiero.