lunes, 25 de enero de 2016

Diario de mi cáncer: En búsqueda de la esencia

Alex Garant's- Yuxtapoz
La semana pasada no ocurrió mucho, sólo me autorizaron la orden para hacerme el examen, el PET, el que va a determinar dónde está localizado el cáncer. Fueron días largos, muy largos, las horas pasaban como cuando era niña y vivía en Cúcuta, esas tardes calurosas y eternas en las que le rogaba a mi abuela Pachi que me llevara a jugar con los niños del asilo Andressen para quemar las horas hasta que llegara mi papá por Isa y por mí.

El lunes 18 entré a trabajar, me sentía torpe, lenta mareada, con letargo, tal vez son los 30  y tantos grados que hacen en Buenos Aires, me decía, sin embargo, no sólo el calor influía, mi cuerpo de a poco empezó a reflejar los síntomas. Calor extremo, luego frío paralizador seguido de una sensación de decaimiento, como cuando uno está insolado, a veces aparece la tos, mucho cansancio, mucho sueño, mucho tiempo para pensar y recapacitar.

Sí, he pensado mucho, he sentido mucho, he reconocido diferentes patrones de actuación. Es como si estuviera ordenando mi closet, un espacio viejo y olvidado en el que guardé recuerdos, experiencias, amores, desamores, felicidades, tristezas, dolores, alegrías, palabras, promesas, juguetes, cartas, libros, canciones, olores, y esas inolvidables esquelas de los 90 en las que uno escribía.

Al abrir este clóset lo primero que salió fue olor a guardado. Guau, cuánto tiempo ha pasado sin abrirte, le dije parada frente a él. Y empezó la faena, no sabía en realidad si estaba buscando algo o si quería sólo ver qué encontraba, simplemente me puse en la tarea de explorar, sin guantes, todo a mano limpia, estaba dispuesta a ensuciarme a penetrar ese profundidad de ese ser.

En medio del desorden, muy muy en el fondo encontré un frasco, era hermoso, estaba decorado con flores y lazos de colores lavanda, rosa, amarillo claro y verde menta, tenía unos pequeños adornos de estrellas y corazones que estaban a tono con el resto de los elementos. Decía: Esencia. Estaba lleno y como toda esencia era aceitosa, ni líquida ni espesa, era azul su color. Mientras lo sostuve entre mis manos lo sentía caliente (dicen que cuando sientes calientes las cosas que tienes entre tus manos es porque son especiales para ti, te brindan una especie de protección). Lo abrí y despidió un aroma increíble que me llevó a diferentes situaciones de mi vida.

La primera fue cuando tenía un año, era la noche del  año nuevo, 31 de diciembre de 1984. Isa estaba en su cochecito, toda vestida de blanco, lista para ir donde mis abuelas a celebrar. A mí también me había puesto un vestido blanco con una cinta rosa. Toqué la cinta de mi vestido, se sentía suave, sonreí. Luego me asomé a ver dentro del cochecito, ahí estaba Isa, tan chiquita, tan pelada, tan indefensa. Me acerqué y quise tocar uno de sus regordetes dedos gordos del pie. De repente se escucha una voz a lo lejos: Coco, coco, cocodrilo. Era mi mamá quien me advertía desde la habitación de no hacerle daño.

Olí más profundamente y esa segunda aspiración me llevó unos años más adelante a un enero de 1989 en Salazar de las Palmas. Estábamos alojados en un hotel frente al río con mi familia: Trina, Julián, Isa y yo. Ese día había hecho mucho calor, el sol nos había tostado la piel mientras estábamos sobre esas enormes piedras grises del río. Eran casi las 9 de la noche, acabábamos de cenar, Isa y mi mamá fueron a la habitación y yo me quedé con mi papá. De repente se fue la luz en todo el hotel. Quedamos iluminados por el destello de la luna. Estaba llena, cubierta por nubes leves, casi transparentes, era la típica luna de cuando aparece el hombre lobo. Pero el que apareció no fue el hombre lobo, sino uno más especial. Ni bien se fue la luz mi papá tomó mi mano y me dijo: te regalo la luna, me sonrojé y nos quedamos contemplándola no sé cuánto tiempo, fue tan perfecto que no importa. Esa fue la noche más romántica y hermosa de mi vida.

Con el poco aliento que me quedaba volví a aspirar, esta vez muy profundo. De pronto, estaba en la cama actual de mi papá y mi mamá, la de Cúcuta. Era de mañana, no hacía calor, el clima era agradable, dos de los cuatro gatos que tienen estaban sobre la cama. La radio despertador de mi mamá sonaba y ella iba y venía por la habitación vistiéndose y mientras pensaba en voz alta: Hoy tengo que pagar los sueldos de las viejas, mandar a consignar lo de Seguros del Estado, pedirle a Anita (la mensajera) que me busque los zapatos que me mandó a arreglar, ir a misa ¿me vas a acompañar a ir a misa? sonrío. De pronto grita, ¡Cámen! ( la empleada, qué digo empleada, la señora que cuida nuestro hogar desde hace más de 20 años) ¿qué hacemos para el almuerzo? .Después me mira y canta "Cierra la puerta ven y siéntate cerca que tus ojos me cuentan que te han visto llorar..." Yo, desde la cama sólo la miro, la miro y percibo su aroma, la miro y río, la miro y me sorprende cómo puede estar en todo, la miro y la amo.

Suspiro. Suelto todo el aliento, suelto todo. Recuerdo quién soy, de dónde vengo, recuerdo mi esencia. Yo no soy esa persona intolerante y resentida, yo comprendo el dolor ajeno; no soy competidora, yo comprendo las diferencias y disfruto del juego; yo no me preocupo por acumular objetos, yo estoy enamorada de la vida y de lo poco o mucho que traiga; yo, como hicieron conmigo, le puedo bajar la luna a una persona especial para que nos vayamos a recorrer el mundo juntos; yo estoy en todo, yo puedo todo, yo amo todo, yo comprendo todo, yo afronto todo con entereza, con paz, con sabiduría, con alegría, con confianza, con fe. Yo creo que el amor todo lo puede, que no se te olvide, que no se te olvide, Alejandra. Y cerré el clóset.

martes, 19 de enero de 2016

Diario de mi cáncer: Ibuprofeno para el dolor

Andrea Wan- Yuxtapoz Mag
El miércoles 13 de enero el cirujano de cabeza y cuello, quien me había extraído el ganglio para la biopsia, hizo oficial el diganóstico, tengo un linfoma de Hodgkin (ya lo escribo bien, no tengo que fijarme en internet si va primero la d o la g) en los ganglios del cuello. Al siguiente día, el 14 tuve cita con el oncólogo, quien me indicó un examen especializado para determinar qué ganglios están comprometidos y me derivó al hematoncólogo. Le pedimos (con Patricio) referencia de quién era el mejor.

Yo ya me había adelantado y había pedido un par de citas extra, también Patricio pidió turno con un médico que había salvado a una amiga suya de un cáncer de garganta. El oncólogo se resignó a darme las recetas del estudio y el turno con el otro especialista marcadas con un urgente y listo. El médico de Patricio fue más humano, me explicó todo el escenario.

Ese jueves el calor estaba más insoportable que nunca. Además el sanatorio al que voy queda en pleno Once, un barrio en el que comercian y conviven la raza judía, boliviana, peruana, senegaleza y dominicana. Venden en todos lados, en la calle, en las paredes, sobre mesas, manteles o cajas, hasta en las telarañas que tejen las arañas, en locales de distintos tamaños. Ropa, juguetes, zapatos, artículos de limpieza, de cocina, todo lo que se pueda imaginar y que es o no legal de comercializar.

¿Cómo fui al médico? enojada, acalorada, impaciente, con mil preguntas que al momento de hacerlas, ahí frente al médico, las olvidé por completo. Él fue quien más habló porque yo continuaba inmersa en el shock. ¿En serio voy a tener que pasar por agujas, dolor, enfermeras, me voy a tener poner esa espantosa cinta de micropore que te arranca el pedazo cuando te la sacas, los químicos, las ganas de vomitar, el desaliento?

El papel de Patricio es el peor de todos porque como estoy tan histérica y ansiosa todo me parece lento (vean este trailer, es de la última película de Disney, Zootopia https://www.youtube.com/watch?v=bY73vFGhSVk , lo explica muy claro), las recepcionitas que me dieron el turno (pobre María, me debe odiar: le grité mil veces ¡Qué parte de tengo cáncer no entiendes?), el tiempo que pasó para que el médico me llamara, el tráfico, el hecho de que al salir de mi casa noté que olvidé  todos los estudios y tuve que regresarme no una sino varias veces por uno más, Todo esto pasó pero aún así no fui capaz de admitir que no era yo sino que culpe al mundo. ¿Y con quién me agarré? con quien está a mi lado.

Pobre Patricio, todo lo que decía me parecía ridículo, que sobraba, insulso, menos importante. Me convertí (de nuevo) en un animal a la defensiva dispuesto a atacar y a dramatizar un culebrón (novela de origen colombiano, mexicano o venezolano en la que prevalece el drama y las sobreactuaciones de los actores).No me importó subir el volumen de mi voz, hacer un comentario por lo lenta o torpe que me parecía la recepcionista y el taxista, resoplé, suspiré, miré para arriba. Nada es suficiente. Tengo cáncer y quiero resolverlo ¡ya!

Esta es la etapa número dos: la actriz de telenovela de la tarde.

Pañitos de agua tibia
 
Tomar ibuprofeno para tratar el dolor de un cáncer es como calmar la ansiedad con aspirina, la apendicitis con buscapina o el sida con paracetamol, es tapar el sol como una mano. Si bien yo he sido afortunada porque los síntomas no han avanzado tanto y no son tan fuertes, hay una sintomatología paralela que no se cura con nada: El miedo.

El miedo a lo nuevo, a parar y cambiar la rutina, a hacer transformaciones reales en mi vida, a empezar a negociar conmigo, a dejar de hacer lo que quiero y poner mi vida en manos de otros. Aunque mi enfermedad es curable en un 90%, ese 10% no deja de asustarme, de convertirse en una parca que me mira desde lejos esperando a que mi alma deje el cuerpo.

Después de cuatro horas de escuchar a los dos médicos y de hacer autorizar por la obra social (EPS) la órden del estudio que debo realizarme, llegamos a casa . Yo era una Magdalena. Me postré en la cama a nada más que llorar. No tenía ganas de hacer nada, menos de ir al baño pues temía ver en el espejo mi cara desfigurada por las lágrimas.

Aparece entonces la etapa de la autocompasión . ¿Por qué a mí? ¿Qué he hecho yo de malo para que me pase esto? ¿En serio fui tan perversa como para ganarme uno de los más fatales padecimientos del siglo XXI? ¡No quiero andar con un pañuelo en la cabeza, ojerosa y pálida!

Y empezaron a desfilar en mi cabeza actos, recuerdos vagos iban y venían, situaciones, burlas, malos deseos, pensamientos macabros, venganza, odio, rencor, soberbia, delirios de grandeza, inconformismo, competencia, todos esos sentimientos que las religiones llaman pecados o culpas y que terminan transformándose en karmas, en el infierno mismo, en tu infierno. Son todas esas situaciones que en tenemos tan naturalizadas los humanos cuando estamos bravos, enojados o calientes.

Lloré, me arrepentí de muchas equivocaciones que cometí, grité, me dolí la cabeza, sentía como si estuviera insolada, como si me hubieran tirado un balde de ácido en la cabeza que poco a poca se la iba carcomiendo con dolor. No hay pastilla que mengúe tales sentimientos o que evite tenerlos. Ese es el karma y hay que vivirlo, es ahí cuando recordé que la fortaleza es la que debe prevalecer, pero no para llenarme de más rabia sino de fuerza para hacerme cargo de lo que hice en esta u otras vidas (creo fervientemente en que somos almas antiguas que han transitado por diferentes vidas, aquí en la tierra o incluso en otros universos, galaxias. Qué fanática de George Lucas!).

La vida en ese momento me decía: ¿Ahora sí te crees muy "machita", muy sabionda, muy mala? ¿No te parecía tan mala la vida en algunas ocasiones? ¿De qué te sirve todo eso? ¿Acaso pensaste que pisarle la cabeza a alguien para conseguir lo que quieres te traería glorias?. Y es necesario callar, callar de una buena vez, detener esa máquina imparable que es el cerebro  y escuchar lo que el corazón dice. Cómo metí la pata, mierda. Todo esto transcurrió mientras me revolocaba como un gusano.

¿Cómo no te va a dejar sin fuerzas una batalla semejante?

El guerrero prueba a su ejército

Golpeada por mis propias culpas y recuerdos me levanté ese mismo jueves a eso de las seis de la tarde con las pocas fuerzas que tenía y me encontré con que Patricio seguí ahí ¿por qué sigue aquí si fui una mierda, no debería estar odiándome? Esa pasividad me molestó.

Comenzó entonces la etapa de descargue en la que le reproché lo que hizo o dejó de hacer. Le recriminé, le grité, lloré, recordé situaciones que ocurrieron en el pasado en las que me hirió, se las saqué en cara . Dije todo y más. Luego me acosté en la cama un rato y regresé a continuar con el repertorio. Él sólo escuchaba, no sé si entendía algo de lo que me pasaba, sólo se quedó y escuchó.

En esa rabia con el mundo permanecí un buen tiempo, un par de días. Más vale estar solo y no tener ningún dispositivo electrónico o teléfono a la mano, ni nadie cerca porque el descargue va a ser implacable. Sin embargo, llegó el momento en que me di cuenta de que era yo quien estaba reflejada en el otro, en Patricio.

En realidad la rabia que sentía no era con él sino contigo misma. Rendida, agobiada y triste, regresé a la cama a recapacitar, a replantearte cuáles son mis prioridades en la vida, me di cuenta de algunas  que no eran las correctas y también que el camino que elegí sí era el indicado pero yo, la protagonista de esta historia, no lo estaba llevando/actuando adecuadamente.

Reorganicé mis prioridades, fui honesta conmigo misma (¿qué quiero en realidad?), creo que me hice por fin cargo de mis errores y de mi vida. Y me dije:  Es hora de descansar, es lo que cuerpo, alma y mente me piden ahora.

Historias de vida 

Por estos días también hablé con personas que había tenido un linfoma y lo habían superado (es clave hacer esto). Les dejo algunas frases que me marcaron. Al principio me sentí impactada con las historias, luego me fui acostumbrando a la idea.

Adriana (Cáncer de mama/Tía política/ Vive en Washington): "No te hagas la fuerte. El cáncer es cansancio acumulado y sentimientos reprimidos. Vive cada día profundamente y guarda energía para que el siguiente sea mejor).

Carolina (Linfoma de Hodgkin nivel 3/ Amiga de Patricio/ Vive en Santiago de Chile): "Yo anduve pelada. A veces me ponía un gorrito, pero la mayoría del tiempo andaba pelada." "Nada, pinta, canta, has algo que te distraiga, que te guste". "Mira la película 50/50".

Pablo (Linfoma de Hodgkin nivel 5/ Amigo de Patricio/ Vive en Bahía Blanca, Argentina): "Vos decidís si este año va a ser una mierda o si lo tomas con calma".



¿Qué hacer ahora?


  • Vivir cada etapa profundamente. 
  • Recordar que cada momento es una etapa que pasará. Así que no debo estancarme o pasarme de la raya con los comentarios sino perderé a mi ejército.
  • Cuerpo sano, mente sana >> ese es el objetivo.
  • Rezar, orar o meditar. 
  • Cuando pierda la esperanza y llegue la rabia me propuse rezar o cantar un mantra para liberar la mente. 
  • Pensar antes de hablar. Analizar detenidamente el origen de cada idea.
  •  Nada de excesos. 
  • Tomar una copa de vino, fernet o cerveza de vez en cuando y con gente sube el ánimo. 
  • Aceptar todas las invitaciones de mis amigos.








miércoles, 13 de enero de 2016

Diario de mi cáncer: "Dile linfoma no cáncer, así no te traumatizas"

"Vanegas Cabrera Maria, ya puede retirar su biopsia número 160.258. Anatomía Patológica" Decía el mensaje que me avisa que, después de una espera de más de tres semanas y de tres meses haciéndome exámenes de sangre y estudios, podía retirar la biopsia del ganglio que me sacaron el 16 de diciembre de 2015, sí, a 16 días de acabar el año, un año vertiginoso, tanto como la ciudad que habito.

Antes de ir por el resultado tuve mi acostumbrada sesión de terapia psicológica del mes. El dr. Feld me había encontrado mejor, eso me dijo después de mi descargue catarsico que incluyó el relato de la espera de la biopsia y una segunda espera mucho más dulce de la que no quiero entrar en detalles (algo me tengo que guardar).

Al despedirme de ese viejito canoso que me escucha atenta y pacientemente durante cuarenta minutos, le aseguré que el próximo mes, en febrero, le traería buenas noticias. Sin embargo, treinta minutos después y dos combinaciones de subte de por medio, el resultado que sacaría de ese sobre de papel no fue nada alentador: Perforación y proliferación de células en el tejido que se derivan de la enfermedad de Hodgkin del tipo ecleronodular.¡Vaya forma larga de llamar un cáncer!

Quedé culo pa' arriba. Enfermedad de Hodgkin, enferfermedad de Hodgkin ¿dónde he visto ese nombre? Me preguntaba. Todo iba como en cámara lenta. Desorientada, marqué el botón del ascensor para que me sacara de ese hondo subsuelo donde está enterrado el laboratorio de anatomía patológica, no sé ni qué botón toqué, el caso fue que cuando vi luz bajé y corrí a un sillón a tomarle una foto a la biopsia.

Temblando se la envié a dos amigas que son médicas y a mi cirujano. Mientras me respondían seguía tratando de acordarme dónde había escuchado o visto esa palabra, porque una cosa es escuchar y otra es ver las palabras, cuando las vez se te queda grabado el momento en que las observaste. Recordaba incluso el papel del libro y el tamaño y tipo de letra.

Las tres personas a las que envié la foto vieron el mensaje pero no respondieron. El tiempo era eterno. A mi lado había una nena llorando y su madre la retaba, le decía que estaba en un hospital y que no se podía comportar así. Yo estaba casi sin aire, me costaba respirar, me dolían las manos. ¿Dónde carajos vi eso? Enfermedad Hodgkin.

De pronto, entró una llamada a mi celular, Era Stefanía, una de mis amigas ¿qué digo amiga? una compañera de vida, Aleja, no sé cómo decirte esto. Se cayó. Stefa, yo sé que es algo malo pero dime qué tan grave es, sólo quiero saber eso. Ella hizo bien, me respondió: es el más light de los cáncer, es tratable, uno de los más curables, el 90% de los pacientes responden perfecto a la quimio.

Yo me quedé con dos palabras: Cáncer y Quimio. No recuerdo el resto del discurso de mi amiga. El mundo, mi mundo, comenzó a desmoronarse, así, literal, aunque suene cliché es cierto, cuando recibes una noticia de esas no, mejor, cuando el trío "yo, cáncer y quimio" están en una misma frase te cagas todo. En serio, la segunda reacción fueron unas ganas de ir al baño incontrolables.

Stefanía seguía hablando del tratamiento, de la gente que había conocido con esa enfermedad, de lo "light" que era ese tipo de cáncer. Yo me paré y no sabía si salir corriendo hasta el río de la Plata o si ir al baño a desahogarme con el inodoro. Era como si todo alrededor fuera más grande que yo.Me había convertido en uno enano, un enano perdido en un bosque terrorífico.

Tengo Cáncer, ahora, ¿cómo lo cuento?

La llamada de Stefanía se cortó, así que entré a Whatsapp, le iba a contar a mi mamá. Al abrir el chat me quedé tildada. ¿Cómo le voy a decir a mi mamá que tengo cáncer? Mierda, la mato. Bueno, a mi pareja, abrí el chat con Patricio y nada, estaba inmóvil. Son dos de las personas que más quiero en la vida, las que más me conocen, las que más me aman, ¿cómo les hago este daño tan grande?

No me salió más que enviarles la foto de la biopsia. A mi mamá le dije que le preguntara a mi padrino, que es médico, qué era. Me senté de nuevo en el sillón. Sonó mi celu, era un número raro, desconocido. Atendí y oh sorpresa, era el productor de un canal de tv, C5N, del que cada tanto me llaman a que opine de temas de narcotráfico.

Alejandra,¿Supiste lo del Chapo? Yo, en shock, por supuesto, le dije que sí. Dale, ¿te podemos sacar al aire?. Como continuaba en shock dije que sí. No tenía ni idea que lo había capturado por tercera vez ,de hecho me enteré en la introducción que hicieron los periodistas que me entrevistarían.

No recuerdo qué dije en la entrevista. Tengo algunos vagos recuerdos de las preguntas que me hicieron pero en realidad no tengo ni idea qué contesté. Mientras tanto a mi teléfono entraban otras llamadas que no podía atender y estaba tan pasmada que sólo caminaba por la calle sin rumbo. Vi una estación de Subte y entré. No sé porqué lo hice pero entré y me subí a un vagón.

Al terminar la entrevista me llamó mi novio, mal, llorando. ¿Qué vamos a hacer? ¿Cuándo vienes a casa?. No sé, le dije y rompí en llanto. Le corté, no era capaz de hablar con él. De nuevo sonó el celu, era Stefanía. no sé qué hacer ni cómo decirle a la gente, me siento para la mierda; dile a mi mamá, por favor. Ella se negaba a darle la noticia,pero al final cedió.

Recordé que tenía cita para arreglarme las uñas, así que por inercia llegué a la casa de la chica, quien de entrada me vio los ojos llorosos y como buena caleña no tuvo reparo en preguntarme, ¿Y a usted qué le pasa, mija? Era a la primera persona que se lo iba a decir en vivo y en directo. No sé de dónde pero de algún lado salió una fuerza extraña que me permitió contarle todo sin una sola lágrima.

Creo que en ese momento, inconscientemente, empecé a aceptar la idea. Luego de tres horas y una larga charla con Elci, la chica de las uñas, me fui a mi casa. En el camino pensé mil cosas, entre ellas cómo decirle a mi novio, quien es escritor que cubre temas de fumigaciones con agroquímicos y ha hablado con varias personas que padecen este mal, era decirle que el infierno sobre el que escribe se le hizo realidad en su casa.

Pensé en volverme la hija de mil... más grande del mundo, así todos se alejarían de mí y no tendrían que sufrir conmigo el tratamiento, pensé, pensé y pensé hasta que llegué a casa, me lavé las manos, miré a Patricio a los ojos, nos caímos en la cama a llorar, De esta salimos juntos Alejandra, vos no vas a ser una enfermita tirada en la cama, eso te lo firmo.

sábado, 9 de enero de 2016

Diario de mi cáncer:Transformación animal

Martin Wittfooth-Yuxtapoz Mag
"A este mundo vinimos a aprender lo que no tenemos: paciencia" Me dice mi mamá mientras se queda viéndome con cara lástima, la misma que pone siempre que la llamo por skype a contarle una de mis acostumbradas crisis, esas que saltan cuando estás desocupado, o cuando estás muy ocupado y tapado de cosas, cuando la mente empieza a divagar por el lado oscuro, el del temor, las situaciones sin cerrar, los miedos, la incertidumbre, eso que no podemos controlar, el futuro.

Llevo tres meses esperando, sintiendo un dolor pequeño, mínimo pero continuo. Un dolor que no tiene origen físico de acuerdo con estudios médicos, un dolor que me ha enseñado lo que es la paciencia y los extremos.

He buscado respuestas en la medicina, en el chamanismo, en la iglesia, en los vedas, en el yoga, en los amigos, en la gente que conozco. Todos opinan pero nadie sabe a ciencia cierta de qué se trata. Algunos dicen que sufren un dolor o hinchazón en ese mismo lugar, en la garganta pero no le paran bolas, simplemente se acostumbraron a vivir con él. Yo no, como periodista y ser indagador que soy quiero llegar hasta el meollo de este asunto.

Hice de todo, me paré de cabeza en clase de yoga para cambiar mi perspectiva, tomé hojas de toda clase, una extraña bebida que tenía cuarzos y raíces, volví a darme un paseo por la olvidada cannabis sativa, me sacaron sangre mil veces para analizarla y hasta me extrajeron un ganglio que estaba inflamado, o sea que me operaron. Cuando mencioné que hice todo de verdad me estaba refiriendo a TODO.

Y aunque probé cuanta cosa se me pasó por en frente aún no sé qué tengo y sigo con ese dolor. Que buena forma de terminar un año y de empezar otro.

Los opinólogos dicen...

Mis compañeros de yoga aseguran que por ser en la garganta tiene que ser por visshuda chakra, el de las comunicaciones, "tenés muchas cosas para decir pero no sabes cómo hacerlo", me dijo la madre Paramadvaiti, una gordita simpática que es profesora de una sala para bebés.

Sí, quisiera mandar mucha gente a la mierda, a algunos de mis sentimientos a la mierda, a muchas situaciones a la mierda, a la impotencia a la mierda, al valor a la mierda, sólo que como vengo de una familia que siempre ha tratado de ser social, política y religiosamente correcta no lo hago. Tengo puesta una camisa de fuerza invisible.

Así que según Paramatvaiti tengo mucho para decir, pero no sé cómo expresarlas. La verdad puede que tenga razón, quiero decir todo lo que pienso, pero el "deber ser social" y protocolo internacional del comportamiento no me lo permiten si no terminaría siendo una loca de mierda, como dicen los argentinos. Y nadie quiere estar con una loca de mierda y yo no me atrevo a ser una loca de mierda de tiempo completo porque... upa, ahí salió!

¿Por qué no quiero ser yo? algo de mí no me gusta, no, un momento, muchas cosas no me gustan de mí. Soy posesiva, celosa, a veces amargada, analítica a morir, controladora, vengativa, inhibida, perfeccionista e histérica, me encanta ser el centro de atención, pero también detesto cuando las miradas se quedan mucho de tiempo sobre mí, cuando algo no me sale bien me transformo en una tigresa, así también como cuando tengo hambre, sed o frío, cuando algo no me gusta, cuando no se hace lo que yo quiero soy implacable, rayada, mala. Altruista, eso se llama altruismo. Soy también miedosa, desconfiada y estoy a la defensiva, eso me convierte de nuevo en un animal.

Bueno, así las cosas he descubierto que hay una parte animal en mí, ese lado carnal y humano que ata al ser a lo terrenal. En realidad eso ya lo sabía, de hecho, lo había dicho en terapia a lo cual mi psiquiatra me respondió, "bueno, no podés ser lo que los demás quieren", a lo que respondí: "doctor, pero yo no quiero ser lo que los demás quieren yo no quiero ser yo, lo que era antes".

Cuando llegué aquí a Argentina quería hacer un cambio total de mi ser, es decir, amanzar a la bestia, pero una cosa es decirlo y otra cosa es saber qué hago para domesticar ese lado animal y construir una nueva persona y descubrí que no se puede cambiar totalmente, hay una esencia del ser inmodificable.

Mi mamá me dice que la fiera se amanza  teniendo hijos, a lo que suma un problema más. ¿Yo en serio quiero carsarme o tener hijos ahora? No, en serio que no. La paso bien viviendo en pareja, siendo dos, trabajando, viajando, buscando quién soy yo, entendiendo quién es él, tratando de llegar a un punto medio entre la loca de mierda carnal y el alma bondadosa, sensible que habita en mí (en un espacio muy recóndito todavía).

No voy a negar que el reloj biológico se me mueve cuando veo publicadas en Facebook o Instragram las doscientas fotos que suben mis contactos de sus hijos o que los ojos se me ponen como un par de luceros cuando voy corriendo por la plaza y veo que sale una pareja de recién casados del centro comunal (aquí la gente se casa en esos lugares). Creo que yo e incluso mi pareja estamos en el mismo momento y ambos tenemos el mismo miedo del compromiso social.

Y aquí termino con lo que empiezo. Lo que tengo es miedo, miedo a no poder cambiar, a no encontrar ese punto medio que tanto busco, a no lograr lo que quiero, a ser buena, a dejar de ser brutal, a no tener el control, a la imperfección, siendo que no hay más armonioso que el "desorden"  propio, ese desastre que enseña, que forma pacientemente. "Aquí vinimos a aprender lo que no tenemos: paciencia"