lunes, 6 de enero de 2014

Ciclo infinito

deviantart
No hay peor soledad que la vivida en compañía. Ese aislamiento del cautivo que elegiste y del que no te puedes desprender porque no tienes fuerza ni más opciones que un sueño muerto que continúas alimentando porque en medio del tormento ves un faro perdido a lo lejos, un destello minúsculo que te da esperanza y te anima a seguir por inercia, por lo fue, por un futuro incierto.

En tu barca, te aferras a un mástil que está siendo carcomido en su base por un ego ajeno, por un ego herido, por un sol desierto, confundido, oscuro, odioso, variante.

Mil veces te advirtieron que las palabras y las acciones tienen el poder de una bala que deja una herida difícil de cerrar. Pero no escuchaste, seguiste ensimismado, demandando, disparando a diestra y siniestra. En tu cabeza, los blancos de ese cuerpo eran infinitos, no escatimaste, no supiste poner límite. Ahora todo se vino en tu contra.

Ahora, ese cuerpo ha creado una barrera irrompible, imposible de traspasar. Tus esfuerzos son en vano, no hay perdones, caricias ni lágrimas que valgan. Un demonio invencible se burla de ti, te asegura que fallaste, que no existen chances. A veces te engaña y se despierta elocuente, te arrulla con palabras insulsas, mentirosas. Te dejas llevar como un niño desamparado, buscas refugio en sus brazos fríos. Sin embargo, eso lo enardece y te expulsa hacia el hoyo más profundo del infierno, donde los muertos en vida te roban lo poco de luz que te queda.

No le importa a dónde vas, no le importa tu dolor, cuando te inclinas para juntar los pedazos de lo que alguna vez fue un corazón, los patea con fuerzas para verte padecer, caer más bajo, desgarrarte. Le suplicas pero es tarde, detesta tu calor, tu voz, tu servilismo. Caes. Se aprovecha para clavar su lanza en tu cabeza y así, termina de matar tu ilusión.

¡Luz, ven a socorrerme! Una cuadrilla de ángeles te levantan, te consuelan, limpian tus heridas, te dejan como nuevo para la próxima batalla. Te calmas, sonríes, regresa la confianza.

Te seduce. Tus ojos se iluminan, tu inocencia te empuja a su regazo, te regocijas en las migajas que te tiró en el suelo. Tocas el cielo, alucinas, te proyectas hacia futuro, retorna la quimera, tu piel vive el ensueño. En tu espalda brotan alas. Revoloteas, tu corazón vuelve a latir.

Te cuenta en otro mundo que también está sufriendo, que no puede controlar su cuerpo, algo lo posee, lo asfixia, lo absorbe. Lucha. No te despiertes, quedémonos aquí.

Sale de su letargo, se lo traga la ira, la vanalidad de un mundo ficticio. Te aborrece. Sus palabras son como garras afiladas. Te descuartizan, te desplomas, te hundes. !Ayuda! comienza un nuevo día, nada distinto al anterior.