sábado, 12 de octubre de 2013

Delirio

Yuxtapox Magazine

El sentimiento la carcome. La tiene enceguecida, hundida. Le es imposible respirar. Cada vez que traga una bocanada de aire siente cómo mil navajas se le clavan en el pecho. La atociga la pena.

Trata de abrir la boca, sus dientes están clavados en la legua, le supura. El pus es su alimento. Trata de buscar algo de dulzura en ese agujero repleto de porquería amarilla. En sus labios solo encuentra pellejos disecados, se los arranca con las muelas para contrarrestar la amargura de su corazón.

Cada exhalación la entierra en su propia tumba. Suspira suave, solo lo necesario para continuar viva.

Escucha sus murmullos a lo lejos. Ellos cuchichean como perros endemoniados enalteciendo la injustica, el odio. Se burlan de su enajenación.

No estoy tan desequilibrada como ustedes piensan, hipueputas. Que alguien me escuche. Que alguien me rescate. Ayuda, por favor, ayuda.

Cierra los ojos y recuerda aquella noche de luna llena cuando su amor, su único querer, le regaló la luna. Una lágrima se derrama y le carcome la piel. Él nunca se enteró de lo mucho que significaba para ella, de lo mucho que lo piensa, de lo que lo admira, de lo que lo ama. Siempre le exigió ser la mejor, ser perfecta, pero sus esfuerzos eran en vano, había algo en deuda.

Quiero que no sientas, que seas fuerte, quiero que aceptes como soy. Trágate mi odio con alegría, embútete en la boca mi mierda con una sonrisa, búscame pero no me encuentres, adórame pero no me lo demuestres, ódiame en silencio, calla pero cántame una canción que me haga feliz.

La confunde el deseo. No puede con esta dualidad. Es imposible actuar como los dementes.

Se retuerce en la cama. Los ácidos le queman las paredes del estómago. ¡aaaaaahhhhhhhhhhh, qué misera!

¿Dónde estás? Regresa pronto. Me muero. Queda postrada bocabajo.

Escucha unos pasos acercándose. Vienen desde la cocina. Su ritmo es cada vez más rápido. Toc, toc, toc, toc, toc, toc, toc. Alguien se para a su lado, larga un suspiro fuerte.

Una mano cálida toca su espalda y la hace estremecer. ¿Quién es? shhhhhhhhhhhhhhhhh...¿Quién es? Vuelve a escuchar la inspiración. Se siente sosegada. Los párpados se le cierran como plomos.

Abre los ojos y todo a su alrededor está temblando. ¿qué pasa? unos niños pálidos de ojos razgados se suben a la cama tratando de alcanzarla. Quítense, ¿quiénes son ustedes? Ríen y su cara se les desforma. Váyanse. Le tocan la cara con sus garritas heladas. No, no, no más, por favor. Aléjense.

Un arlequín jueguetón vuela sobre la escena. Jajaja, tímbala, tímbala, tímalatán, jajajaja. De qué se trata toda esta mierda? jajajaja, tímbala, tímbalatan.

Socorro! socorroo! que alguien venga en mi auxilio.

Tímbala, tímbala, tímbalatan, jajaja.

Lánguese, malditos.

Jajajaja, tímbala, tímbala, tímbalatan.

Nooo, noo, no. Sucumbió.

Cocoíno

Esta mañana me desperté pero mis ojos no se abrieron. Ya no sentía dolor, ni angustia. Estaba liviana como una pluma. Fui al cuarto de Graciela y traté de llamarla, de tocarla, pero ella seguía dormida. Me asusté porque no respondía. Esta está en el quinto sueño todavía. Me senté en mi silla, esa blanca de plástico con el cojín de retazos que me hizo ella cuando todavía usaba la máquina con la que me confeccionó todos los vestidos y los calzones que poseo y que guardo como tesoros en los cajones de mi cómoda.

De pronto, escuché que se abría el portón y vi que la Negra entraba a cambiarle el pañal a la mamá. Cómo la quiere, siempre quise que alguien sintiera lo mismo por mí. Después de atenderla pasó por mi habitación y me saludó como todas las mañanas con esa sonrisa inigualable y contagiosa. Buenos días, Mariíta. Sin embargo, cuando me tocó no pude sentir el calor de su mano. Marííta, Mariíta, repetía mientras le temblaba el cuerpo. María despiértese.

Salió corriendo desesperada a la calle y empezó a llamar por el celular. Nadie le contestaba porque todas mis niñas a esa hacen ejercicio para estar más hermosas de lo que son. Mis niñas, aunque no las parí son como mis hijas, las amo como si hubieran crecido en mis entrañas. A todas las vi nacer, a todas les hice el tetero y las arrullé en mi regazo cada noche hasta que se dormían tranquilas. A todas las vi progresar y elegir sus caminos.

La Negra no se dio cuenta pero yo estaba parada al lado de ella escuchándola y diciéndole Negra, perdón, ya mi fui. Ayer cuando me sobaste la mano y te pedí que no te apartaras de mi lado me estaba despidiendo de ti, me hallaba ad portas de dejar este cuerpo viejo que tanto sufrió, que solo conoció la felicidad estando al lado de una familia, que aun no compartiendo la sangre supo acogerme y darme amor sin conocerme, a esas personas a las que jamás les pedí nada a cambio porque mi deuda con ellos era tan grande e infinita que nunca quise nada más que su compañía.

Me llamo María Aurora Meldivesa. Pocos me conocen. Mi pasado es un misterio, para mí fue calvario. Dejo hoy este cuerpo que padeció golpes, amargura, injusticias, desamor, que guardó miles de secretos e infamias, que huyó de su terruño para encontrar un poco de paz y con los años se resquebrajó poco a poco para otorgarle eternidad aun alma que supo pagar sus penas con servicio desinteresado y que a partir de este momento está libre.

Esta es la vista que me acompañó más cincuentas años en el hogar que me recibió como una más de sus parientes y al que le debo mi emancipación.

Adiós, mis Cocoínos.